¡Viva la caída del tirano! ¡No a la reacción islamista!
Con la huida del dictador Bashar al-Assad y la toma de la capital Damasco por Hayat Tahrir al-Sham (HTS, procedente de Al-Qaeda), ha comenzado una nueva fase en la crisis política en Siria y Oriente Medio.
Por su parte, Israel ha bombardeado milicias vinculadas a Irán y ha desplegado su ejército para tomar posiciones en los Altos del Golán, un territorio del estado sirio que Israel se ha anexado.
El colapso del régimen de Assad y de su ejército en pocos días —privados del apoyo militar de Rusia y Hezbolá— y la apertura de sus siniestras prisiones han sido celebrados por las masas sirias. Sin embargo, quienes encabezan la ofensiva armada no son revolucionarios sino fuerzas burguesas clericales.
HTS está tratando de ganarse el apoyo de los principales medios de comunicación internacionales y de las grandes potencias, del mismo modo que lo hicieron en su momento los ayatolás y los talibanes. Mientras que Assad ha encontrado refugio en Moscú, los islamistas han “garantizado la seguridad” de las dos bases militares rusas.
Cuando los talibanes regresaron al poder en 2021, HTS los elogió, considerándolos un modelo a seguir. El 8 de diciembre de 2024, el dirigente máximo de HTS, Ahmed Al-Charaa, pronunció un discurso en la mezquita de los Omeyas en Damasco, declarando que “la victoria ha sido posible gracias a la gracia divina”.
El antiguo régimen: verdugo de su propio pueblo y del pueblo palestino
La ausencia de partidos obreros revolucionarios en Oriente Medio ha llevado a que todos los intentos de las masas de derrocar el yugo de los explotadores locales y de sus patrocinadores imperialistas se conviertan en callejones sin salida. La principal responsabilidad de esto recae en el estalinismo. Desde los años 30, bajo la influencia de la burocracia estalinista del Kremlin, los partidos comunistas de los países semicoloniales han subordinado los intereses de los trabajadores a los de la burguesía nacional bajo la bandera de la “revolución nacional” o del “frente único antiimperialista”, reduciendo a la clase obrera a una fuerza auxiliar de la burguesía local. El Partido Comunista Sirio permaneció subordinado al Partido Baaz burgués y ha participado en el bloque gubernamental desde 1986. La retórica socialista del régimen siempre ocultó políticas arraigadas en una alianza entre la burocracia estatal, los militares y los empresarios fieles.
En la década de 1920, el imperialismo francés separó Siria del Líbano. Ante el levantamiento nacional árabe, De Gaulle bombardeó Damasco en 1945. Bajo la presión del imperialismo británico y estadounidense, las tropas francesas evacuaron Siria en 1946. Lo que siguió fue inestabilidad política, con camarillas civiles nacionalistas compitiendo violentamente por el poder, apoyándose en facciones dentro del ejército. Siria se dejó vencer por el ejército israelí en 1948-1949. En 1958, un intento de unificación con Egipto fracasó. El Partido Baaz tomó el control del país en 1963, apoyándose en la URSS para resistir la presión de Israel y los Estados Unidos.
Tras otra derrota ante Israel en 1967 y la pérdida de los estratégicos Altos del Golán, Hafez al-Assad llegó al poder en 1970 mediante un golpe interno (el llamado "Movimiento Correctivo"), estableciendo un estado policial basado en el dominio de la minoría etnorreligiosa alauita. El régimen baasista reivindicó una visión de la Gran Siria, que incluía Palestina y el Líbano. En 1976, las tropas sirias entraron en el Líbano y atacaron a la OLP. El carácter represivo del régimen se confirmó con el aplastamiento del levantamiento islamista (liderado por los Hermanos Musulmanes) en Hama, en 1982, durante el cual murieron unas 30.000 personas. En el Líbano, de 1985 a 1987, el ejército sirio atacó los campos de refugiados de Sabra, Chatila y Bourj el-Barajneh con el apoyo de la milicia islamista Amal.
La restauración del capitalismo en Rusia desestabilizó el régimen. En 1991, durante la primera intervención imperialista occidental (con participación de Turquía) contra Irak, Assad se alió con Irán para contrarrestar al Irak dirigido por los enemigos baasistas de Saddam Hussein. En 2003, durante la segunda intervención imperialista, Siria se unió abiertamente a la coalición liderada por Estados Unidos contra Irak.
Tras la muerte de Hafez al-Assad en 2000, su hijo Bashar al-Assad tomó el poder y en 2004 reprimió violentamente las manifestaciones kurdas.
Siria: campo de batalla entre camarillas burguesas opuestas, potencias regionales antagónicas y fuerzas imperialistas rivales
Debido a su posición geográfica, Siria se ha convertido en un campo de batalla entre dos bloques imperialistas (Estados Unidos y Rusia) y tres potencias regionales (Israel, Turquía e Irán).
En 2011 comenzó una guerra civil con un levantamiento popular contra el régimen autoritario del Partido Baaz. Las manifestaciones fueron brutalmente reprimidas por el régimen y su aparatos represivo y torturador. El movimiento fue rápidamente secuestrado por milicias islamistas reaccionarias, que abarcaban desde los yihadistas del Daesh (ISIS) hasta el Ejército Libre Sirio (FSA) controlado por Turquía. El partido nacionalista kurdo PKK-PYD aprovechó la situación en 2012 para establecer un protoestado kurdo a lo largo de la frontera turca (Rojava). En 2014, los islamo-fascistas del Daesh declararon un vasto califato (Estado Islámico de Irak y el Levante) a caballo entre Siria e Irak.
A partir de 2014, el brazo armado del PKK-PYD (YPG) recibió armas y entrenamiento del ejército estadounidense para la ofensiva contra el califato de Daesh, que finalmente colapsó en 2017. Posteriormente, las YPG se rebautizaron como Fuerzas Democráticas Sirias (SDF). El conflicto desgarró al país. Mientras que el régimen de Bashar al-Assad, con el apoyo de Rusia e Irán, mantuvo el control de las regiones occidentales más pobladas, sus oponentes se apoderaron del resto del país.
La división de facto de Siria ha estado acompañada de una catástrofe humanitaria. Millones de personas huyeron del país y se calcula que hasta 2024 han muerto más de 230.000 civiles. A esto se ha sumado la dislocación económica causada por los impuestos impuestos y los saqueos de las milicias, además de los continuos combates. Siria se convirtió en un mosaico de narcoestados financiados por la exportación de la droga sintética Captagon.
Desde 2011, Turquía ha apoyado a las fuerzas islamistas y ha atacado regularmente las zonas kurdas. Sus objetivos incluyen la repatriación de tres millones de refugiados sirios y la liquidación del protoestado de Rojava. El imperialismo ruso está demasiado movilizado por la guerra en Ucrania como para intentar otro rescate del régimen de Asad. Israel ha desempeñado un papel importante en la derrota del régimen al amenazar a Irán, atacar al Líbano y debilitar a Hezbolá. Sin duda, aprovechará la situación cambiante para debilitar aún más a Irán, Hezbolá y Hamás.
Esto puede allanar el camino para que las masas en Irán, inspiradas por la caída del tirano sirio, se levanten y potencialmente derroquen al régimen islamista.
El destino de los trabajadores y del pueblo sirios no puede continuar determinado por intereses imperialistas extranjeros.
- ¡Retirada de todas las tropas, bases militares, navíos militares, asesores, etc., de Siria, ya sean de Israel, Estados Unidos, Rusia, Turquía, Irán u otros!
- ¡Por una Asamblea Constituyente!
- ¡Por la autoorganización y autodefensa de los trabajadores de las ciudades y del campo!
- ¡Por un gobierno obrero y campesino!
Lo crucial ahora es la autoorganización de la clase obrera, los estudiantes, los trabajadores del sector informal y los campesinos pobres, que deben superar las divisiones nacionales y religiosas, defender sus intereses e impedir la interferencia extranjera.
Sólo un partido obrero revolucionario, construido mediante la lucha y capaz de garantizar la independencia de clase de los obreros frente a todos los partidos y milicias reaccionarias burguesas y pequeñoburguesas, así como frente a todas las potencias imperialistas y extranjeras, podrá realizar la verdadera liberación. Un partido así sólo puede construirse con un programa de gobierno obrero y campesino.
Este programa debe promover de inmediato la defensa de las libertades democráticas y políticas (asamblea constituyente, derecho de organización, de huelga, de prensa, etc.), la creación de sindicatos y milicias obreras para resistir a las fuerzas represivas y reaccionarias, la igualdad de las mujeres, el derecho a la autodeterminación de las minorías nacionales (kurdos, armenios, etc.) y el laicismo (separación de la religión y del estado, respeto a los ateos y a las minorías religiosas como los chiítas o los cristianos). También debe exigir la expropiación de los grupos capitalistas y de los grandes terratenientes, el desmantelamiento del aparato represivo del régimen y la liquidación de las redes mafiosas.
Del mismo modo, este programa debe incluir la solidaridad internacionalista con todos los proletarios y pueblos oprimidos de la región, para acabar de una vez por todas con las fuerzas imperialistas que los dividen, saquean y desangran.
Por su parte, la clase obrera internacional debe oponerse a toda intervención de los imperialismos, para exigir la retirada inmediata de la región de todas las bases, aviones, navíos, tropas y asesores militares.
Siria demuestra que no puede haber una solución nacional aislada a los problemas de las masas trabajadoras de la región. Sólo un Levante socialista, sólo una federación socialista del Oriente Medio, puede ofrecer una perspectiva democrática y progresista a los pueblos de Siria y de la región.
¡Esto presupone necesariamente tanto la destrucción del Estado colonial de Israel como el derrocamiento de los estados islámicos burgueses reaccionarios de la región!
Colectivo Revolución Permanente
(Argentina, Austria, Francia, Estado Español, Turquía)