Negras tormentas agitan los aires...

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Editorial Kreta Cirklo nº13

Una guerra en Europa más allá de Ucrania ya no es una “fantasía”, ha sostenido este martes Josep Borrell, Alto Representante de la Unión para Política Exterior y de Seguridad, durante un discurso en un evento de la Nueva Economía Forum celebrado en Bruselas. (El Confidencial, 9 de abril de 2024)

La situación mundial actual continúa marcada por la guerra económica cada vez más abierta entre los EE. UU. y China y por la consolidación de dos grandes bloques económicos-militares alrededor de cada una de las dos potencias imperialistas. La competencia por el reparto capitalista del mundo ha situado la mayor parte de los países del continente europeo del lado norteamericano, a pesar de que en numerosas ocasiones sus intereses no coinciden o incluso son contradictorios con los de los EE. UU.. La asunción de las sanciones contra la energía rusa o, más recientemente, el proteccionismo contra los coches eléctricos chinos, son una buena muestra de la subordinación aceptada por los países de la Unión Europea. Subordinación, que militarmente, se manifiesta en un reforzamiento histórico del OTAN y la multiplicación del gasto armamentístico exigido por los EE. UU. a los países adheridos.

El desarrollo de estos conflictos interimperialistas amenaza con desencadenar guerras de gran amplitud, centrándose los focos de tensión en Asia y Europa.

En Asia, en el Oriente Medio, la guerra israelí en Gaza, Cisjordania – con el apoyo incondicional de los EE. UU.- amenaza extenderse al Líbano, Irán y Siria. Y en el mar de China se multiplican las provocaciones militares entre China y el grupo de aliados de los EE. UU., la llamada AUKUS (Australia, Reino Unido y EE. UU.) más Taiwán, Filipinas y Japón.

En el corazón mismo de Europa, la guerra de Rusia contra Ucrania está devastando este país y a la vez sirve de excusa para la depredación económica colonialista por parte de los países del OTAN:

En Ucrania, Rusia está librando una guerra de invasión imperialista. Pero todavía no es una guerra interimperialista. Los imperialismos occidentales suministran armas en Ucrania, pero, de momento, tienen cuidado de no intervenir directamente contra el imperialismo ruso. Sostienen a Ucrania como la cuerda al ahorcado, mientras, con la ayuda del gobierno de Zelensky, se apoderan de las mejores tierras, hacen grandes negocios con las privatizaciones, monopolizan su comercio exterior de cereales y organizan conferencias internacionales para repartirse los negocios de la futura “reconstrucción”. (Lo que quieren los comunistas internacionalistas, CoReP, 1 de mayo de 2024)

Todo ello configura una situación de tensiones entre los bloques que actúan como activadores económicos de toda la industria de armamento, reforzando el poder de los estamentos militares, la militarización de la sociedad y las tendencias propiciatorias de gobiernos autoritarios.

De este modo, cada día la retórica bélica de los representantes del capital se vuelve más agresiva y va acompañada de la preparación organizativa y psicológica de la población (al menos de la europea) para una posible guerra:

«Puede ser que la amenaza de guerra no sea inminente, pero no es imposible. No hay que exagerar los riesgos de guerra, pero hay que prepararse para ellos. Y esto empieza por la urgente necesidad de reconstruir, reponer y modernizar las fuerzas armadas de los estados miembros». (Úrsula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, 28 de febrero de 2024).

Ursula von der Leyen ya ha encargado formalmente al expresidente finlandés Sauli Niinistö que redacte un informe sobre la preparación, disposición y herramientas de defensa civil de los europeos. Y lo ha elegido porque cree que «hay mucho a aprender de un pueblo que vive muy cerca de un vecino tan impredecible y agresivo». (ABC, 22 de marzo de 2024)

«La OTAN está en conversaciones para sacar las armas nucleares de su almacenamiento y ponerlas en espera ante una amenaza creciente de Rusia y China», dijo lunes el jefe de la alianza, Jens Stoltenberg. (Telegraph, 16 de junio de 2024)

El gobierno español apoya a la escalada militar de la OTAN

En todos los países se escatima cada euro dedicado a la enseñanza y la sanidad públicas o a las pensiones. Pero no hay ningún problema, ni siquiera en el Estado Español, con el gobierno socialdemócrata de Pedro Sánchez, para multiplicar el gasto militar:

[Después de incrementar el presupuesto del Ministerio de Defensa más del 25% en un año] “España ya sobrepasará en 2023 el objetivo de gasto de la OTAN, dedicando el 2,17% de su PIB a gastos de carácter militar", afirma el Centro Delàs en un informe publicado este martes. De acuerdo con este cálculo, de las inversiones del Estado central, "de cada 10 euros que invierta el Estado en 2023, tres serán para armamento". (Público, 11 de octubre de 2022)

El entusiasmo bélico pro-OTAN del gobierno español ha dado lugar, además, a la entrega del puerto de Maó como tercera base naval a libre disposición de los «aliados», sumándose a la de Rota en Cádiz y la de Cartagena. Y esto lo hace el mismo ejecutivo que, entre suspiros, lamenta el genocidio en Palestina, pero se niega a bloquear toda colaboración militar directa o indirecta con el estado de Israel.

El sustrato del crecimiento del partidos neofascistas es la ausencia de alternativa

Por todas partes, la calidad de vida de las masas trabajadoras no deja de empeorar. El aumento del precio de los alimentos, los trabajos precarios y la degradación constante de los servicios públicos son generales por todo el planeta. El hacinamiento en viviendas compartidas y la inseguridad alimentaria ya son habituales entre las capas más pobres de los trabajadores de los países más «ricos». Cada nueva generación de jóvenes tiene perspectivas de vida más oscuras e inseguras que sus padres. En un número creciente de países la única posibilidad de lograr un mínimo de futuro es la emigración, a pesar de los peligros del camino y la seguridad de persecución y sobreexplotación a la llegada.

Durante casi un siglo los viejos partidos y sindicatos de la clase obrera, que hubieran tenido que organizarla para luchar contra todo esto, han sido absorbidos por la sociedad capitalista y colaboran activamente en el mantenimiento del orden burgués.

Estas organizaciones han cambiado incluso el lenguaje, para disipar la conciencia de clase de las masas a quienes se dirigen y esconder su auténtica función política. Ahora ya no hablan de clase obrera sino de «ciudadanía». No hay burguesía o capitalistas, sino «casta» y «ricos». Han sustituido la defensa de los intereses de las masas trabajadoras por el «progresismo». Las conquistas sociales, adquiridas a base de grandes luchas proletarias – como por ejemplo la Seguridad Social – son denominadas «estados de bienestar» caídos del cielo. Los partidos ya no son burgueses, obreros o pequeño-burgueses, son de «derechas» o de «izquierdas». La lucha de clases contra el capital la hacen desaparecer detrás de un velo semi-religioso de «búsqueda de la justicia social desde las instituciones»...

Las nuevas organizaciones más radicales tipo Podemos, Bildu, Bloco de Esquerda, Syriza, Die Linke, La France insoumise - que van apareciendo - y creciendo y decreciendo en función del grado de distanciación de las masas respecto al viejos socialdemócratas y estalinistas - participan de la misma política de confusión interclasista general y, cuando gobiernan, son indistinguibles de los reformistas de las primeras hornadas. Después de Podemos, la fracasada Sumar de Yolanda Díaz, inseparable del gobierno de Pedro Sánchez, es todo un ejemplo acelerado de este tipo de proceso hacia ningún lugar diferente de aquello de siempre. También lo es la CUP, ya muy marginal, encaminada a una «refundación» que básicamente consiste al centrarse para participar en todo tipo «de espacios institucionales» con sus socios burgueses del procés.

La combinación de las condiciones materiales en continuo deterioro, el sentimiento de frustración respecto a la utilidad de las organizaciones obreras y del parlamentarismo burgués para mejorar la situación, y la debilidad de la conciencia de clase,son el caldo de cultivo perfecto para el arraigo de las ideologías fascistas, especialmente entre la juventud. Cuando la clase obrera no tiene una organización de masas capaz de dirigir la acción de los trabajadores contra el origen de los males, contra el modo de producción capitalista, para acabar definitivamente con él, entonces hay lugar para los salvadores de la patria. Todas las clases solidificadas gracias al amor a Dios (el verdadero) , al trabajo duro (para el hacer gordo al capital) y al odio por chivos expiatorios, como por ejemplo los migrantes pobres, los rojos, o las minorías nacionales, raciales o sexuales. Es un sueño ilusorio y ultra-reaccionario que puede utilizar con mucha habilidad la emotividad de la pequeña burguesía, pero también de las capas de trabajadores más desclasadas y, sobre todo, de los jóvenes de todas las clases que no ven ninguna otra salida al estercolero inmundo y caro que es la política burguesa «normal».

Los resultados de las recientes elecciones europeas muestran esta deriva creciente hacia el voto neo-fascista en la mayor parte de los países. En Austria, Bélgica, Francia, Italia y Hungría han sido las fuerzas más votadas. Pero en Alemania, Polonia y Rumanía han quedado como segunda fuerza parlamentaria. En el Estado Español, entre las dos candidaturas de VOX y SALF suman ya el 14,21%, dos puntos más que el resultado de VOX en las generales de 2023, pero 8 puntos por encima del obtenido en las europeas de 2019. La tendencia es mundial: Trump en EE. UU., Milei en Argentina, Bolsonaro en Brasil, Modi en la India, Netanyahu y sus socios en Israel... En realidad, el militarismo y la oleada política ultra-reaccionaria se complementan y retro-alimentan. Son dos elementos del posicionamiento de todas las burguesías ante la agravación de las contradicciones interimperialistas mundiales y del empobrecimiento creciente de la mayor parte de la población. De hecho, la aceptación social del militarismo necesita de estos partidos, que siempre tienen sus raíces más profundas en los ejércitos, los cuerpos policiales y la seguridad privada. Que siempre parten de ideologías chovinistas «imperiales» (la santa Patria a la que defender contra los enemigos internos y externos, que la rompen y devoran). Que defienden el reforzamiento del control policial de la sociedad, la reducción al máximo de las libertades democráticas, la sumisión religiosa y la enseñanza de la disciplina militar desde la escuela primaria (como amenaza con implantar ya Díaz Ayuso, en Madrid).

Qué alternativa?

Los tiempos actuales son complejos. Las burguesías preparan a los gobiernos y a las poblaciones para la eventualidad de la guerra. Se encuentran a la ofensiva contra las clases trabajadoras, sobre las que cargan y cargarán todos los gastos militares y los sufrimientos del conflicto bélico, allá donde estalle.

Los viejos y nuevos partidos reformistas, igual que las burocracias sindicales, colaborarán -como siempre- con el poder. Una y otra vez trabajarán – como siempre - por la conciliación de clases, por las alianzas con tal o cual fracción de la burguesía «más democrática» o «menos agresiva». Propondrán limitar la lucha proletaria a objetivos simplemente «antifascistas» para no poner en peligro la estructura básica del estado capitalista. Pero la lucha de clases no es unilateral, sino dialéctica. La clase obrera existe y, a pesar de toda la actual confusión y la acción de los agentes del capital en sus filas, lucha y luchará para defenderse contra la barbarie a la que conduce la dominación del capital. Se trata de un combate histórico contra un enemigo muy poderoso y organizado en el ámbito internacional. Solo será posible la victoria definitiva si los militantes más conscientes del proletariado conseguimos construir el instrumento necesario con los objetivos claros: un partido con programa de independencia de clase por la revolución socialista, formando parte de una nueva internacional revolucionaria.

Pongámonos al tajo!