A mediados de 2020, la sociedad mundial sigue evolucionando en el escenario de una nueva crisis económica acompañada y bajo el impacto de las consecuencias destructivas del capitalismo sobre el entorno: la crisis pandémica del coronavirus y, de trasfondo, la crisis medioambiental. La burguesía no consigue que el capitalismo sea un sistema estable, bien al contrario, las contradicciones internas se desarrollan y anuncian situaciones de crisis aún mas profundas.
1. La crisis capitalista en situaciones de pandemia
El desarrollo de la pandemia COVID 19 ha coincidido con el inicio de una crisis económica cíclica de las que el capitalismo mundial experimenta últimamente cada diez años, aproximadamente. La combinación de los dos fenómenos es altamente explosiva y está alcanzando una magnitud histórica, tanto desde el punto de vista sanitario como económico. La pandemia no ha alcanzado aún su punto álgido a nivel mundial y ya se anuncia la segunda ola en muchos países de Asia, superponiéndose la primera. La crisis sólo acaba de iniciarse y la OIT ya calcula que a 30 de junio se habrán perdido 305 milions de puestos de trabajo, el 10,7 % de todos los que existian a nivel mundial en diciembre de 2019. (Observatorio de la OIT: El COVID‑19 y el mundo del trabajo. Cuarta edición, 27 de maig de 2020).
El PIB de todos los países se reduce de golpe, las deudas públicas se disparan, los sistemas financieros amenazan de nuevo con el fallo generalizado. Las inmensas colas de hambre a las puertas de los bancos de alimentos forman parte del dia a dia incluso en los paises más poderosos del planeta, comenzando por Estados Unidos.
El 14 de abril, antes de la debacle sanitaria de EEUU, Brasil y el resto de América, antes también del inicio serio de la pandemia en la India y Sudáfrica, el FMI resumía con estas palabras la situación económica mundial:
"El mundo ha cambiado radicalmente en los tres meses transcurridos desde enero. [...] Se trata de una crisis sin precedentes, por lo que existe una considerable incertidumbre sobre su impacto en las vidas y los medios de vida de las personas. [...] muchos países ahora se enfrentan a crisis múltiples: una crisis sanitaria, otra financiera y un hundimiento de los precios de las materias primas, que interactúan de complejas maneras. Las autoridades están proporcionando un soporte como nunca se ha visto antes a hogares, empresas y mercados financieros, y si bien eso es crucial para que la recuperación sea vigorosa, reina una considerable incertidumbre sobre el panorama económico que surgirá una vez salgamos de este confinamiento." (El Gran Confinamiento: La peor desaceleración económica desde la Gran Depresión. Gita Gopinath. FMI. 14 abril de 2020.)
Cada burguesía busca un punto de equilibrio satisfactorio para ella entre las medidas necesarias de salud publica y la exigencia de mantener el máximo posible de beneficios o, por lo menos, limitar sus pérdidas. Pero como la clase dominante no es una clase homogénea ni todos los sectores se ven afectados en el mismo grado por el confinamiento, en la mayor parte de los países se están dando fuertes tensiones interiores entre les fracciones dispuestas a desarrollar las medidas profilácticas hasta un punto razonablemente efectivo y los lobbys que quieren evitarlas, o eliminarlas prematuramente cuando ya están aplicadas, alegando que afectan gravemente sus negocios. A nivel político, esta última posición frecuentemente toma la forma de posicionamientos ultra-provocadores de algunos de los partidos fascistoides - ya estén en el poder (EEUU, Reino Unido, Brasil, Bolívia) o en la oposición (Estado Español) - que muestran un desprecio escandaloso ante el incremento exponencial de enfermos y muertos a cortísimo plazo y en algunos casos llegan a defender abiertamente la eutanasia social.
Si la crisis política y el descrédito del parlamentarismo consecuentes a estas tensiones han sido graves en el Estado Español o Brasil, en EEUU han llegado a niveles impensables, enfrentando duramente a los gobernadores demócratas de los estados más golpeados inicialmente por la pandemia (California y Nueva York) con el presidente Trump. Un presidente que no ha dudado en negarse a dar soporte financiero a esos estados para hacer frente a los gastos sanitarios, ni en pedir por Twitter la desobediencia a las ordenes estatales y locales de confinamiento (muchas veces dictadas también por dirigentes republicanos).
China, Japón, los países europeos, han dominado momentáneamente la enfermedad. En cambio, la crisis política en el interior de EEUU ha imposibilitado una respuesta ni mínimamente coherente ante la catástrofe y ha convertido este país en el mas afectado por la pandemia. Incapaz de doblar la curva de contagios a pesar de tres meses de confinamientos descentralizados y parciales, el país ve cómo numerosas cadenas productivas se interrumpen, incluidas las de la industria alimentaria, que se han roto a causa del cierre de decenas de plantas procesadoras de carne (en abril y mayo) y de frutas y verduras (junio). De hecho, el 28 de abril de 2020, Trump firmó un decreto invocando la Ley de Producción de defensa, para obligar a la reapertura de las gigantescas factorías cárnicas, a pesar de haberse convertido en un foco de contagio de miles de trabajadores:
"Además de la tragedia humana, los brotes también exponen la vulnerabilidad del suministro de alimentos en los Estados Unidos. La industria de la carne ya se encontraba en crisis con el cierre de plantas que provocó la escasez en comercios de alimentación. Aunque esta situación se relaje, es probable que haya más déficit de alimentos e ingredientes individuales en los próximos meses, a no ser que la propagación de virus se desacelere en las plantas de procesado de alimentos, expresó Kevin Kenny, director de operaciones de Decernis, un experto en seguridad alimentaria global y cadenas de subministro." (Los brotes de coronavirus en 60 plantas de EE.UU aumentan la posibilidad de más escasez de alimentos. (Los Angeles Times en español. 11 de junio de 2020).
2. Las "nuevas" viejas recetas económicas de la burguesía mundial
Olvidándose (momentáneamente) de todas las historietas neoliberales que durante décadas defendían para justificar les privatizaciones, los ataques a las conquistas obreras o a las pensiones, ahora todos los gobiernos y las organizaciones que representan los intereses de la burguesía mundial, por ejemplo el Fondo Monetario Internacional, aplican y recomiendan políticas intensamente intervencionistas en la economía, dirigidas a asegurar el funcionamiento de la maquinaria gripada del capitalismo y el mantenimiento del orden social.
Con las mismas nuevas-viejas recetas que utilizaron para salvar los bancos privados durante la crisis de 2008, ahora cada burguesía extrae de las arcas públicas cantidades jamás conocidas para salvar les empresas nacionales más importantes en peligro de fallida (en primer lugar, todas las de aviación y automoción). De la misma manera, subvencionan a manos llenas inversiones en sectores que consideran no saturados o menos agresivos contra el medio ambiente, como por ejemplo las energías alternativas o las tecnologías supuestamente "verdes", con la esperanza de revitalizar de nuevo el ciclo económico y recuperar la tasa de beneficio.
Por otra parte, casi todos los países están implantando medidas sociales del tipo cheques de estímulo, seguro extraordinario de paro o renta básica -siempre mezquinas e incompletas - que intentan evitar a corto plazo la generalización de motines de hambre. Es todo un síntoma de la gravedad social de los tiempos que corren que el FMI haya felicitado entusiastamente al gobierno español expresando "su gran satisfacción por las medidas de soporte a las rentas de los ciudadanos más vulnerables, cualificando de esencial la aprobación en España del Ingreso Mínimo Vital" (Cadena Ser, 10 de juny de 2020). Sobre todo, porque en la misma declaración el portavoz de los grandes bancos del planeta establecía su rechazo a la derogación de la última reforma laboral y avisaba de que la factura de todo se habrá de hacer pagar a la población en cuanto ello comience a ser posible.
El remedio social "estrella" de los partidos «socialdemócratas gesticulantes» como Podemos, Die Linke o Syriza, es alabado por su utilidad actual para el mantenimiento de la barbarie capitalista, en la misma medida que no pone en cuestión la propiedad privada de los medios de producción ni las leyes del mercado - culpables del paro masivo - ni todos los gastos represivos y parasitarios del estado burgués.
3. Crecen las contradicciones interimperialistas
Defender los intereses del capital nacional y proteger los mercados interiores y exteriores es siempre la tarea más o menos disimulada de todo estado burgués. Pero en tiempo de crisis, bajo la presión de la reducción drástica de esos mercados, la consigna del sálvese quien pueda se convierte en un estandard que domina las relaciones políticas internacionales, exacerbando todas las contradicciones internacionales, especialmente entre las potencias imperialistas.
En estas condiciones, sólo se puede esperar la agravación de los enfrentamientos entre los Estados Unidos y China, ambos seriamente afectados por la crisis. Los primeros, los amos del mundo durante un siglo, son ahora un imperialismo en declive que pierde mercados, influencia e incluso guerras (Síria, Afganistan) a pesar de una supremacía militar incuestionable sobre el resto del planeta. El otro, China, es un imperialismo muy joven y agresivo que le come a EEUU el terreno industrial, comercial y financiero en los cinco continentes. Las guerras comerciales, las tensiones "geopolíticas", los conflictos de todo tipo ya existentes y futuros irán endureciéndose a la misma velocidad que la crisis económica se desarrolle.
En medio de los dos grandes, el imperialismo ruso, el británico, el alemán, el francés y el resto de los europeos. El ruso, débil, pero reforzado por el éxito de su intervención en Síria. De los europeos, la mayor parte continúa apostando por la UE, pero la ven fallar a cada paso, incapaz de contrarrestar las grandes contradicciones internes cuando los tiempos son malos para los negocios (Brexit, crisis, migración, enfrentamientos en Líbia, incapacidad de colaborar durante la pandemia, grandes dificultades para llegar a una política financiera común para hacer frente a la crisis económica).
Ahora ya hace dos meses que la oposición de los halcones «frugales», encabezados por los Países Bajos (olvidando hipócritamente su comportamiento de paraíso fiscal), bloquea la propuesta franco-alemana de creación del "fondo común de recuperación" a cargo de una emisión de deuda común europeo para utilizar mayoritariamente bajo la forma de subvenciones a fondo perdido. Con argumentos argumentos idénticos a los que utilizó el FMI durante la crisis del 2008 para hambrear a Grecia y obligarla a vender a los buitres financieros cada palmo de propiedad pública, este grupo de gobiernos "frugales" presionan para que "la ayuda" a los países más golpeados por la crisis sanitaria y económica les ahogue en deuda condicionada por los acreedores y les fuerce a nuevas "reformas" (laborales, pensiones, fiscales) e inversiones en los sectores que los mismos acreedores tienen intereses (sociedad digital e industrias "verdes").
La división de la UE no refleja un cambio de las burguesías alemana y francesa hacia posiciones "solidarias" ni "generosas" en relación a España e Italia. No es que hayan dejado de estar de acuerdo "en general" con las propuestas de los "frugales" nórdicos, a las que cederán tanto como puedan. Es que valoran la situación económica y social actual de España e Italia como altamente inestable y peligrosa y consideran estos países "demasiado grandes para dejarlos caer" sin desestabilizar todas las economías europeas, en medio de la peor crisis económica desde la Segunda Guerra Mundial.
4. Las clases trabajadoras, las más golpeadas por el Covid 19 y la crisis económica
Las clases trabajadoras de todos los países son las que pagan la factura de la crisis sanitaria y económica actual, cuando aún no habían levantado la cabeza de de las grandes pérdidas de la anterior. La pandemia ha sacado al aire la gran extensión de la precariedad de las condiciones de vida de miles de millones de asalariados, trabajadores de "la economía informal" y "auto-empleados" en los países más empobrecidos, pero también, y masivamente, en el corazón de las ciudades más ricas de los países más ricos del mundo (Nueva York, Londres, Beijing, París, Madrid, Barcelona o Milán...). Un exponente de ello son las condiciones de trabajo de semi esclavitud de los migrantes con la carencia de seguridad sanitaria de las industrias cárnicas alemanas de la Renania (Westfleisch, Tönnies, etc.) que han producido en Mayo y Junio fuertes brotes de coronavirus.
La dependencia del salario diario o semanal para sobrevivir, los alojamientos infames y sobre-poblados, la salud precaria por la pobreza y el exceso de trabajo, la dificultad o incluso la imposibilidad de acceder a una sanidad digna de ese nombre, son el pan de cada día de la mayor parte de las clases trabajadoras mundiales. Partiendo de estas condiciones, las estadísticas de la pandemia muestran el resultado: la enfermedad se desboca en los barrios obreros en general y en especial en los de las minorías raciales pobres y los migrantes. La tasa de mortalidad es significativamente mucho más elevada entre la población trabajadora, en relación directa con su nivel de pobreza. Un reciente estudio del Departamento de Salud de Catalunya ponía cifras concretas a un fenómeno que es planetario: "La tasa de mortalidad por coronavirus entre algunos de los hogares catalanes más pobres es cinco veces más alta que entre los residentes más bien-estantes de Catalunya, segun ha mostrado un estudio, una de les últimas evidencias de cómo la COVID-19 golpea con más virulencia a los más necesitados". (La mortalidad por COVID-19 en Cataluña se multiplica por cinco entre los pobres. Reuters, 22 de maig de 2020. Debe mencionarse la dependencia de las primeras medicinas de efecto reconocido, de la lógica capitalista. Se habla de precios de tratamiento del orden de los 10.000 € por medicinas que tienen un coste de producción de 10 € y que han estado mayoritariamente desarrolladas por universidades y centros de investigación públicos y oportunamente secuestrados y patentados por las multinacionales farmacéuticas.
5. La resistencia de la clase obrera y las primeras movilizaciones de masas
Al drama de la pandemia, de los despidos masivos de asalariados y del paro forzado de miles de millones de trabajadores, debe añadirse la situación de los obligados a mantener la producción sin suficientes medidas preventivas y, en no pocas ocasiones, enfermos. En primer lugar, en todos los países, los sanitarios han sido forzados a trabajar en primera línea de una pandemia previsible, desde sistemas sanitarios desmantelados durante las décadas negras de pérdida generalizada de adquisiciones sociales. Pero junto a ellos, han estado manteniendo la actividad los trabajadores de las industrias consideradas "esenciales" (en especial les agroalimentarias y de distribución) y algunas no tan esenciales, como los proveedores de la industria norteamericana en la maquila mexicana o Foxxconn (el fabricante de Apple) en China.
Pasados los momentos iniciales de desconcierto, las primeras respuestas de resistencia obrera se han producido en aquellos sectores. Concentraciones "con distanciamiento social" (por ejemplo, los sanitarios en España o Brasil) y huelgas salvajes (en grandes factorías europeas, en la maquila mexicana, en Amazon o las industrias cárnicas norteamericanas y mexicanas) se han dado y se dan, en exigencia de las medidas de seguridad efectivas en el lugar de trabajo. Estas movilizaciones, aceleradas por las circunstancias, no han sido mediatizadas por las viejas direcciones obreras, tan empeñadas en colaborar con los gobiernos que casi han desaparecido de la vida pública durante los peores momentos de la pandemia.
La capacidad de estas viejas direcciones para frenar y encajonar las luchas cada vez está más limitada y es completamente insuficiente ante un posible estallido social provocado por el grave empeoramiento de las condiciones de vida de la mayor parte de la población. Por esa razón, se está reforzando la tendencia general de los estados burgueses a incrementar el control y la presión policial sobre la población, endurecer los códigos penales, asediar las minorías raciales, los migrantes, los barrios obreros y pobres. Durante los confinamientos todos los países han utilizado a fondo las policías militarizadas y alguno también el ejército (España, Italia, Estados Unidos, Sudafrica o Chile).
Todo ello ha convertido el planeta entero en un polvorín de masas trabajadoras llevadas hasta el límite. La primera llamarada importante ha aparecido en los Estados Unidos, a partir del 26 de mayo, con ocasión de las protestas por la muerte de George Floyd, el enésimo asesinato policial de carácter racista. Desde entonces, el país vive una oleada de grandes manifestaciones, inicialmente antirracistas bajo la consigna Black Lives Matter, protagonizada fundamentalmente por trabajadores de todas las razas. La importancia de este primer impulso de la lucha de clases radica en el fet que se ha convertido en una movilización masiva contra las policías militarizadas y ha dado paso a una de les más importantes olas de huelgas obreras de los últimos tiempos en EEUU. Las primeras, las huelgas espontáneas de los conductores de autobuses de Minneapolis, San Francisco, Pittsburgh, Washington DC, Nova York o Chicago, negándose a ayudar a la policía a transportar detenidos de les manifestaciones antirracistas. En dos meses ja se han contabilizado hasta 800 huelgas, la mayor parte de ellas relacionadas con la solidaridad antirracista (estibadores de la costa oeste), la protesta contra la presencia policial en los centros educativos o la seguridad sanitaria, como decíamos antes.
6. La necesidad de organizarse para el socialismo
La lucha de clases es el motor de la historia. La nueva etapa de luchas obreras, que quizás se desarrolle en la mayor parte de los estados, es hoy la única esperanza racional para cambiar el curso actual de las cosas. Porque las crisis del capitalismo ni lo destruyen ni modifican su capacidad de conducirnos por el continuo de cataclismos sociales, medioambientales, económicos y sanitarios que estamos viviendo. Este sistema, basado en la búsqueda del beneficio del capital por encima de todas las necesidades colectivas, por si solo puede continuar su evolución destructiva conduciendo a la humanidad a una situación cada vez más terrible.
La clase obrera puede ser el instrumento de la construcción de una organización económica y social alternativa, cimentada en la racionalidad y la solidaridad colectivas. Pero, para hacerlo, para destruir el actual sistema destructor y construir el socialismo, es necesario que se organize como entidad consciente, en clase para sí, en términos marxistas.
Lucha y organización son elementos dialecticamente relacionados que permiten desarrollar la conciencia de clase. Frente a la situación actual, es necesario que la clase obrera se alce como polo alternativo de poder, luchando, en primer lugar y de manera inmediata, para contrarrestar las miserables condiciones de vida de los trabajadores: reducción de la jornada laboral, salarios que cubran las necesidades de la vida, vivienda digna, sanidad y educación universales, eliminación de la legislación y cuerpos represivos......Los instrumentos de la lucha han de romper el poder de las burocracias que controlan las actuales organizaciones obreras, impiden la democracia y dividen la clase, por eso han de basarse en las asambleas obreras y populares, los comités de huelga, los comités de centro de trabajo que ejerzan el control obrero. La creación, coordinación y defensa de este tipo de organismos, mediante un sistema de delegados elegidos y revocables, será el fundamento organizativo de la nueva sociedad auténticamente democrática, sustentada por los consejos obreros que ejerzan el poder legislativo y ejecutivo de la sociedad...hacia la desaparición definitiva de las clases y de los actuales estados que gestionan el mantenimiento de la opresión.
Para nosotros todo se concentra en una conclusión: el socialismo internacional es una necesidad inmediata de la humanidad frente a la barbarie capitalista. Y para llegar a él necesitaremos organizaciones democráticas y unitarias de masas (consejos obreros) y una organización política internacional (la internacional) capacitada para ganar la mayoría, ponerse a la vanguardia de las luchas y establecer en cada lugar y momento los objetivos revolucionarios y los medios para alcanzarlos (un programa obrero revolucionario). Nuestra razón de ser es este objetivo.