Acaban de celebrarse en los Estados Unidos las elecciones presidenciales y parlamentarias a la Cámara de Representantes y al Senado. Las movilizaciones contra la violencia policial han estado paradas mientras tanto. Los contendientes principales han sido los dos grandes partidos burgueses, el Partido Demócrata y el Partido Republicano. Esto significa, en primer lugar, que ni la campaña realizada en estas elecciones ni los resultados constituyen un punto de apoyo o un factor de unión para la clase obrera americana. En estas elecciones, como en las precedentes, y como fuera del ámbito electoral, todos los objetivos de la clase obrera, las minorías oprimidas, las mujeres trabajadoras, la juventud, en sus huelgas, manifestaciones, etc. han sido subordinados a fin de cuentas al Partido Demócrata. El Partido Republicano, con la ayuda de la mayoría del clero cristiano, siempre ha tenido una base popular, especialmente entre los trabajadores autónomos, las profesiones liberales, los mandos intermedios de las empresas, los guardias de prisiones, la policía y los soldados profesionales (cuyo número no para de crecer con el tiempo) o los inmigrantes de Cuba.
Su rival, el antiguo partido de los esclavistas, también ha engañado a muchos asalariados desde la época imperialista. Esto es el resultado no sólo de la habilidad de los políticos demócratas (tan deshonestos como los republicanos) y de la ayuda del clero minoritario (católicos, bautistas, musulmanes...), sino también de la complicidad del aparato corrupto de las organizaciones de explotados. Las burocracias sindicales (AFL-CIO, CtW), y las de los movimientos basados en el origen nacional o étnico (entre ellos el BLM), la socialdemocracia (Sanders, DSA...), los restos del estalinismo (CPUSA, RCP...) e incluso grupos procedentes del trotskismo (cliffistas de la ex-ISO, grantistas de SAlt, shachtmanistas de la LRP...) se niegan obstinadamente a construir una alternativa obrera a los dos grandes partidos burgueses. El oportunismo político siempre se esconde detrás de un pragmatismo de fachada que consiste en explicar que pedir el voto para Hawkin (Partido Verde), como Socialist Alternative, o para Biden (Partido Demócrata), como el CPUSA o el RCP, es un mal menor, que es posible empujarlos hacia su izquierda, etc.
Sin embargo, toda la historia de los Estados Unidos muestra que el Partido Demócrata y el Partido Republicano están en manos de la burguesía.
Los americanos han demostrado durante mucho tiempo que la república burguesa es la república de los hombres de negocios capitalistas, donde la política es sólo un asunto comercial entre otros. (Friedrich Engels, 31 de diciembre de 1892)
El "partido de la derecha" y el "partido de la izquierda" comparten por igual la financiación de los grupos capitalistas.
Las empresas que cotizan en bolsa han aumentado sus donaciones a los candidatos demócratas este año. Tres cuartas partes de los directivos encuestados por la Escuela de Administración de Yale el 23 de septiembre dijeron que votarían por Biden. (Financial Times, 27 de septiembre de 2020)
Las mayorías parlamentarias, los presidentes demócratas y republicanos, se han alternado en hacerse cargo de los ataques contra la clase obrera y de la injerencia en los asuntos del resto del mundo. En estas condiciones, desde el punto de vista de la clase obrera americana, el resultado de estas elecciones expresa una gran confusión política, a pesar de que sectores de la clase obrera y de la juventud escolarizada han mostrado recientemente una gran combatividad contra el racismo y contra la brutalidad policial. Esta tendencia también se ha reflejado en el aumento del número de miembros de la principal organización socialista (DSA) y en el éxito de la campaña de Sanders.
¿Significa esto que no se puede sacar ninguna enseñanza de estas elecciones y que todo continúa como antes? No, en absoluto.
El enfrentamiento que ha tenido lugar en estas elecciones refleja la división de la clase dominante, que se enfrenta por un tema candente: ¿qué futuro tiene el imperialismo estadounidense? O más precisamente: ¿qué forma de gobierno, qué régimen político corresponde mejor a los desafíos que debe enfrentar la burguesía norteamericana? De hecho, existe un acuerdo fundamental entre todos los representantes políticos de los capitalistas sobre la constatación de la pérdida de influencia externa en el ámbito económico, político y militar; y hay un acuerdo entre ellos para identificar al imperialismo chino como la amenaza más importante para el imperialismo estadounidense. Respecto al territorio interior, también hay acuerdo en la necesidad de restringir el gasto social, mantener el orden e incluso utilizar la máquina de fabricar billetes para apoyar a los capitalistas durante la crisis económica: la burguesía ha pasado sin ninguna dificultad de defender la "independencia del banco central" y la "ortodoxia fiscal" a abanderar la necesidad de la "estimulación monetaria y fiscal keynesiana", según sus necesidades del momento.
Sin embargo, está políticamente dividida. Frente a la decadencia, el ala de la burguesía representada por el Partido Republicano y Trump ha intensificado la agresión contra Irán y Venezuela, China y sus otros rivales imperialistas, aunque fueran "aliados tradicionales". Ante el desempleo y el empobrecimiento de una parte de la población, Trump ha tratado de reunir una fuerza política sobre un eje populista, "antisistema" y conspiranoico, que dirige la indignación hacia chivos expiatorios (inmigrantes, "asistidos", etc.) más cercanos en cierto modo a la retórica fascista que a la temática tradicional del Partido Republicano. En una tentativa bonapartista, Trump ha basado su campaña en alguna consignas simples:
- Una y otra vez, devolverle a "América su grandeza", señalando cada vez más al enemigo chino, ya que incluso el coronavirus sería un invento chino para perjudicar a los Estados Unidos,
- Hacer que el capitalismo continúe como si no pasara nada durante la pandemia, minimizándola deliberadamente, mientras ésta golpea a mayoritariament a los pobres, los negros, etc.,
- Por el restablecimiento de la ley y el orden contra los manifestantes tras las matanzas de la policía contra los negros, a favor de la violencia del Estado con el envío de la Guardia Nacional y el ejército (lo que el Estado Mayor se negó a hacer) e incluso a favor de la intervención de las milicias fascistas.
- Acusando a su oponente Biden de llevar a la sociedad ¡"hacia el socialismo o el comunismo"!
Obviamente Trump no es tan estúpido como para confundir a Biden con un revolucionario como Daniel De Leon (1852-1914), Eugen Debs (1855-1926)o James Cannon (1890-1974)... o incluso con un socialdemócrata como Bernie Sanders que quiere limitar los privilegios de los capitalistas sin cuestionar su existencia.
Trump era cualquier cosa menos un teórico. Percibió confusamente que la confrontación con los otros imperialistas requería un régimen mucho más autoritario y centralizado en su interior. Sin preocuparse por las ficciones de la supuesta democracia americana, Trump había advertido de antemano que si perdía, era porque las elecciones estaban amañadas. Por el contrario, la otra ala de la burguesía, representada por el Partido Demócrata y Biden, está a favor de mantener las viejas tretas, tanto interna como externamente, con la pretensión de apaciguar, llegar a un consenso, unir a la nación, respetar las reglas democráticas, en definitiva para que la explotación y los negocios capitalistas puedan desarrollarse en calma y serenidad.
Es hora de dejar de lado la retórica dura, bajar la temperatura, mirarse y escucharse de nuevo. (Joe Biden, 7 de noviembre de 2020)
Los resultados le dan a Biden una victoria incontestable, pero Trump no ha sido aplastado. La diferencia en votos es de unos 4,5 millones entre más de 147 millones de votantes, poco más del 3 por ciento, con una participación marcadamente mayor, que ha dado lugar a que ambos candidatos vieran incrementarse sus votos en varios millones.
Mal elegido en 2016 (había recibido 2 millones de votos menos que Clinton), en 2020 Trump ha buscado ampliar su base electoral con una franja social lista para salir a la calle contra los jóvenes socialistas o anarquistas, los activistas negros, etc. Su electorado es heterogéneo: en ambos extremos de la escala de ingresos. Obtiene la misma puntuación entre los que ganan más de 200.000 dólares al año que entre los que ganan menos de 30.000 dólares. Trump captura el 55 por ciento de los votantes blancos, el 12 por ciento de los afroamericanos y el 32 por ciento de los latinos. El electorado negro y latino está más dividido de lo que esperaba el aparato demócrata, sobre todo porque, en condiciones capitalistas, compiten con los nuevos inmigrantes ilegales.
El Partido Republicano conserva la mayoría en el Senado y el Partido Demócrata está debilitado en la Cámara de Representantes. El recuento de votos aún no está completo y está siendo impugnado por Trump en algunos estados, pero Biden ya tiene una mayoría de 279 electores que le garantiza la victoria, mientras que el sistema arcaico favorece a las zonas rurales (en las que domina el Partido Republicano) respecto a las metrópolis (que son más favorables al Partido Demócrata). En el condado de Nueva York, Biden tiene el 85 por ciento; en San Francisco, el 86 por ciento; en Washington, el 93 por ciento .
Trump puede negarse a reconocer el resultado, pero no dispone de los medios políticos necesarios, ya que los servicios secretos y el Estado Mayor se muestran reacios a dar un golpe de Estado que desestabilice la ideología dominante (respeto de la Constitución, nombramiento de gobernantes por elección, antirracismo proclamado...) y pueda abrir el camino a una intervención propia de la clase obrera (ha habido llamamientos preventivos a la huelga general por parte de algunos sindicatos, en caso de golpe de Estado). Por eso Trump está siendo abandonado por los caciques del Partido Republicano, por los medios de comunicación que lo apoyaban, etc. Tras las imponentes movilizaciones contra la brutalidad policial, la mayoría de la burguesía no se deja tentar en absoluto por la aventura y se sitúa detrás del respeto a las urnas e instituciones que sirven de pantalla para su dominación.
¿Significa esto que Trump era sólo un paréntesis que acaba de cerrarse y que las cosas volverán al orden habitual? Nada es menos seguro. De hecho, todos los problemas que acosan al imperialismo americano siguen sobre la mesa: La previsión del PIB para 2020 es de -4,9% para los Estados Unidos y +2% para China. En términos interanuales, es decir, comparando el crecimiento en el mismo trimestre del año anterior, se obtiene para el tercer trimestre de 2020 el -2,9% para los Estados Unidos y el +4,9% para China. Además, mientras que la pandemia está bajo control en China, se desarrolla libremente en los Estados Unidos y sigue causando estragos. También en este ámbito, al igual que en la economía, la burguesía china utiliza plenamente el régimen político autoritario y antidemocrático surgido del régimen estalinista y que ahora le sirve para alcanzar sus fines, mientras que la sociedad americana parece estar desgarrándose por todo, incluso por el uso o no de mascarillas, debido a su pretendida democracia.
Evidentemente, el imperialismo estadounidense sigue siendo el más poderoso, su PIB anual es de unos 21,5 billones de dólares, frente a los 15 billones del imperialismo chino, sus grandes empresas dominan en casi todos los sectores, su cultura impregna el mundo, su superioridad militar es incuestionable. Pero la economía china tiene ventajas: su fuerza de trabajo y su mercado interno son gigantescos (con 1.415 millones de habitantes frente a los 331,5 millones de los Estados Unidos), su infraestructura y equipamiento empresarial son recientes, todavía goza de una mejor imagen en los países dominados ... El capitalismo chino se ve obligado a expandirse internacionalmente, por razones de competencia (para garantizar oportunidades de negocios y recursos, para dar un tamaño global a sus grupos empresariales...) y también para preservar la paz social interna. Llegada a última hora, la burguesía china choca en todas partes con las posiciones de las antiguas potencias imperialistas, en primer lugar Japón y Estados Unidos.
El gobierno de Biden-Harris, a diferencia de Trump, buscará neutralizar a Rusia y unir detrás del imperialismo norteamericano a países como Francia y Alemania, para hacer retroceder a China, a pesar de las diferencias comerciales que subsisten entre ellos. Al reingresar en los acuerdos climáticos de París, Biden pretende imponer barreras aduaneras, ante todo, a los países "contaminantes", que están encabezados por China. Pero aún no se han acabado sus males. La continuación de la guerra comercial, reforzada por los efectos de la pandemia, no beneficiará a los EE.UU. más que a otros imperialismos, pero en cambio precipitará las próximas crisis capitalistas mundiales. La política de apaciguamiento, de reconciliación nacional, que Biden quiere llevar a cabo sólo puede funcionar en tiempos tranquilos, cuando el crecimiento es constante y fuerte, cuando el imperialismo puede distribuir suficientes migajas a una parte significativa de su clase obrera para comprar la paz social.
Sin embargo, la situación mundial va en la dirección opuesta. El "populismo", la tentación bonapartista, incluso la fascista, no se extinguirá en los Estados Unidos con la derrota electoral de Trump. Mientras la clase obrera norteamericana no tenga su propia representación política, un partido obrero que la unifique independientemente de la burguesía, incluso en los procesos electorales, está condenada a oscilar entre uno u otro de los partidos burgueses. Un auténtico partido obrero solo puede ser revolucionario e internacionalista. Para ello es necesario reunir a los trabajadores conscientes alrededor de un programa marxista, en una organización a escala de todo el país, vinculada a sus hermanas y hermanos de los otros países. Llamar a los sindicatos y a las organizaciones de los oprimidos para que rompan con el Partido Demócrata es una de las tareas indispensables de la vanguardia. En los sindicatos, así como en un posible partido constituido por los sindicatos, en las empresas, en las administraciones, los barrios y las universidades, la organización comunista combatirá por:
- un sistema de salud pública de calidad, gratuito para todos y financiado por la patronal. Todas las pruebas, operaciones y tratamientos necesarios para la vida de los trabajadores deben ser gratuitos, desde la insulina hasta medicamentos contra el cáncer,
- eliminación de patentes sobre vacunas, medicamentos y equipos médicos, expropiación de grupos capitalistas en estos sectores, clínicas privadas, grupos privados de seguros médicos,
- expropiación y puesta al servicio de los trabajadores de todas las viviendas de las grandes empresas propietarias, garantía de vivienda barata y de calidad para todos.
- aumento de los salarios, pensiones de jubilación suficientes y garantizadas pagadas por los empleadores, subsidios decentes por desempleo pagados por los empleadores,
- acogida de refugiados, migrantes económicos y estudiantes, igualdad de derechos para todos los trabajadores,
- educación pública, gratuita, de calidad y laica en todos los niveles, incluso en la universidad; anulación de todos los préstamos bancarios para estudios,
- fuera de la enseñanza todas las religiones, sectas, empresas, ejército y todos los intereses ajenos a la ciencia,
- retorno a la gestión pública de todos los servicios privatizados: charter schools (generalizadas por Obama), cárceles, servicios sociales, residencias de ancianos, hospitales públicos, etc.
- el derecho efectivo al aborto,
- la protección del medio ambiente,
- Desmantelar y desarmar las fuerzas policiales militarizadas y las milicias racistas y fascistas privadas, única forma de poner fin a la brutalidad racista; fin de las intervenciones militares,
- la abolición de la Corte Suprema ...
Tales reivindicaciones sólo pueden ser satisfechas con la autodefensa de los trabajadores y los oprimidos contra la policía, el establecimiento de un gobierno obrero, el desmantelamiento del estado burgués, la expropiación de los grupos capitalistas, en la perspectiva del socialismo mundial.